Por: Yanio C. Concepción
En República Dominicana tenemos grandes retos para la prosperidad y la competitividad como nación. La visión del Gobierno debería ser encaminar el país hacia el logro de ese desafío. Como promotor y supervisor del bien común, el Estado debería crear y ejecutar políticas de nación para desarrollar el talento humano dominicano con educación básica, media, técnica y superior de calidad mundial para alcanzar el estadio de progreso y competitividad que el mundo actual demanda.
Aceptar y superar el reto de una educación de calidad, de una educación inclusiva para una mejor productividad es un compromiso del Estado de Derecho Social y Democrático como nación libre e independiente. En el panorama dominicano se ven nuevos signos de esperanza en el ámbito educativo. La construcción de cientos de escuelas, que deberán estar equipadas para rendir los frutos del conocimiento en las zonas rurales y urbanas para el desarrollo de los talentos, es una señal muy positiva de que nos estamos encaminando hacia una visión asertiva, acertada y fresca. Así mismo debería insertarse en el plan de nación el cultivo de las artes, los deportes y la educación física porque un país que no es educado ni culto ni sano no puede ejercer una democracia real.
En medio de la crisis económica, social, política y ambiental, la educación y el trabajo de la población juegan el más importante desafío para el desarrollo sostenible de la nación de Juan Pablo Duarte y de tantos héroes, mártires y próceres que dieron su vida por el orgullo de ser dominicanos valientes e independientes.
Abrir la mente al aprendizaje nos recuerda la visión del Padre de la Patria, quien con su compromiso de educarse, como lo refiere el historiador nacional José Gabriel García, durante su estancia en Barcelona “aprendió la lengua latina con la misma perfección que su propio idioma; tomó con marcado provecho un curso completo de filosofía; estudió matemáticas puras y mixtas; y en humanidades adquirió bastantes conocimientos para figurar como literato en cualquier parte, sin contar con el aprendizaje de otras materias de mero adorno que le dieron toda la fisonomía de la cultura de un cumplido caballero”.
Educar a los niños en su caminar, como Jesús que anduvo entre los sabios para cultivarse en el conocimiento, así tenemos que hacerlo con nuestros hijos, enseñarles a ser libres, educarlos en el amor a Dios sin rendirnos ante los males de la sociedad actual. La intervención digna y justa del Gobierno, adaptándose al devenir de los tiempos, sin perder el rumbo de la decencia y el honor, cubriendo las necesidades ciudadanas, con educación integrada a la familia, es el mejor modelo de nación que podríamos tener los dominicanos.
Estamos asistiendo al surgimiento de una nueva generación de dominicanos con visión moral y ética. Debemos aprovechar este renacimiento de la conciencia ciudadana, este florecimiento de la dignidad humana para “hacerlo bien, para hacerlo mejor” como individuos y como nación.
Una reforma educativa real, creada y ejecutada para hacerlo mejor y ser mejores de lo que somos es la dinámica natural del progreso y la libertad. Invertir en quienes van a construir nuestro futuro como nación es la misión más trascendente del Estado. Debemos ser líderes en lo que hacemos mejor. ¡APROVECHEMOS EL TIEMPO PARA HACERLO MEJOR!
YC