En la Reforma Fiscal me Equivoqué

En la Reforma Fiscal me Equivoqué

Por: Yanio Concepción
Editorial Radio Santa María
10 de octubre, 2012

La reforma fiscal, el déficit presupuestario, la negativa del Gobierno a transparentar la administración pública, la revisión de las pensiones de los funcionarios públicos, la ponderación de la calidad del gasto, la revisión del Fondo Monetario Internacional, las reuniones con los empresarios, el informe al pueblo…a todo esto dicen los funcionarios ahora: “me equivoqué”, y el presidente Danilo Medina confiesa que “este es un trago amargo”. La pregunta es: ¿para quién es un trago amargo?, ¿quién se lo va a tomar o se lo tomó primero?

La discusión de los temas de la reforma tratados con el FMI evidencia que hay una trampa para la clase media y baja del país que son quienes más van a sufrir la carga fiscal y tributaria que se avecina como el primer huracán de la temporada ciclónica. Por más que se quiera arreglar y adornar la situación del país, el Consejo Social y Económico  que hará las recomendaciones para el paquete fiscal deberá convocar a los mejores “meteorólogos” para minimizar el terrible impacto de esta tormenta.

Pueblo dominicano, quitémonos las máscaras internacionales de prosperidad, exijamos, sin miedo, conocer la profundidad del déficit acumulado de unos 184mil millones que tiene el Estado. ¿Quiénes, cuándo, cómo y por qué se originó ese déficit? El Gobierno está pidiéndole al pueblo más sacrificio, es como si el pueblo pagara la penitencia de pecados que otros cometieron. El trago amargo, hace décadas, que es el sabor diario más conocido por los pobres.

El Cardenal Monseñor de Jesús López Rodríguez ha hecho un llamado a la austeridad. El pueblo hace un llamado a la dignidad, al a integridad y a la justicia social. El mundo está convulsionado por la crisis del Medio Oriente, Europa, EE.UU. por la falta de ética en la administración pública y privada. Nosotros, el pueblo chico, no hemos roto los platos, ni siquiera nos invitaron a la mesa.

Queremos trabajo y disfrutar de la vida con normalidad, sin aspavientos, en paz y con amor sin seguir tapando la corrupción como país catalogado como campeón en el foro económico mundial.

Señora Justicia, ya no queremos más agresión ni impunidad ni ofensa a nuestro pudor e inteligencia de parte de los que ya se tomaron el trago dulce y han disfrutado de nuestros recursos depositados en el erario público, en componenda con una élite política y empresarial que nos arranca la esperanza de soñar.

El Estado Social de Derecho nos otorga a todos los ciudadanos dominicanos el derecho de decidir el rumbo del país-feliz que queremos, no lo marchiten más con una reforma fiscal indolente e insolente.

¿Qué busca el Gobierno al justificar los impuestos si: “En los últimos seis años estos ingresos han crecido más de un 10% anual” según el  Consejo Nacional de la Empresa Privada (CONEP)? ¡No más aumentos de impuestos selectivos al consumo ITBIS  de 16% a 18% que solo castigan al consumidor de forma directa y hace a los ricos más ricos!

Hay que decir quiénes realmente se benefician de los elevados subsidios del sector eléctrico que demanda para este año 1,230 millones de dólares cuando solo se presupuestaron 270 millones. ¡Estos números no cuadran! ¿A quién hay llamar para detener esta catástrofe nacional?.

Dice el FMI que el alto desempleo seguirá golpeando “muchas partes” del mundo y aquí nosotros con una economía tambaleante estamos en una discusión de reforma fiscal y tributaria que afectará la población más pobre y la clase media que consume sin miramientos como si fuéramos un país desarrollado. De verdad, me equivoqué como el gobierno al calcular los impuestos a las tripitas de pollo.

Es urgente un saneamiento de las finanzas públicas para emprender una reforma verdadera, más que justa, equitativa que conlleve no a un sacrifico colectivo, sino selectivo, según su nivel de responsabilidad y sus recursos. El Gobierno debe dar muestra de transparencia y no subsidiar la impunidad de la corrupción pasada, sólo así dará ejemplo de que vale la pena sacrificarse ahora para vivir mejor después.
YC