¿Por qué vamos de mal en peor?

¿Por qué vamos de mal en peor?

Por: Yanio C. Concepción
La historia es cíclica y concatenante. El presente es el efecto directo del pasado inmediato y mediato. Necesitamos urgentemente una reforma fiscal, pero ¿por qué la urgencia, si la economía dominicana estaba blindada y con indicadores macroeconómicos muy positivos? ¿Cómo, cuándo y quién produjo el déficit fiscal mientras el gobierno pregonaba y paseaba por los escenarios internacionales y por la prensa nacional un crecimiento sostenido? La falta de transparencia en el manejo de los recursos del Estado y el  gasto público preeleccionario dejan el presente Gobierno sin discurso creíble ni sostenible. El presupuesto para el 2013 es todavía una incógnita como lo fue el gabinete del nuevo Presidente y la verdad, la sorpresa fue decepcionante.

Instaurar un nuevo sistema educativo, promover el trabajo digno y fomentar la responsabilidad ambiental en las aulas y en la sociedad es tarea de todos, y más que todo del Gobierno. El deterioro social y la depredación ambiental a manos de transnacionales en complicidad con sectores nacionales han colocado el país al borde de un cataclismo de consecuencias impredecibles. El alto nivel de contaminación ambiental, la disminución de los caudales de los ríos, el escaso estímulo a la producción agrícola está llevando a los dominicanos a la desesperación.

En un tiempo donde la competitividad es la ley de los mercados, el potencial agrícola de la República todavía es tímido en la inserción de tecnología, biotecnología, nanotecnología que podrían elevar la producción para asegurar la alimentación de los dominicanos y ampliar las exportaciones.

En esta crisis política nacional e internacional que afecta todas las economías del mundo se ha perdido la credibilidad en los políticos, se ha profundizado la crisis de valores generando miseria espiritual, pobreza social y deterioro ambiental. Al parecer no hay culpables, más que el pueblo que no exige con determinación su derecho de tener un Estado donde prevalezca primero la gente y su felicidad de vivir en paz en su propio país.

Me pregunto: ¿por qué los dominicanos no confrontan a los políticos que exhiben  una riqueza de origen inexplicable? ¿Por qué somos tan pasivos ante la demagogia y la corrupción? ¿Por qué aceptamos como un veredicto inmutable que políticos incompetentes y mafiosos sigan dirigiendo nuestro destino, a sabiendas, de que continuarán con el mismo modelo administrativo que produjo el déficit?

¿Por qué la corrupción se alterna cada cuatro años en los Ayuntamientos, en los estamentos gubernamentales con el aval del Congreso que no interpela a los funcionarios sobre el manejo del presupuesto público? ¿Por qué el Presidente de todos los dominicanos está atado a un Comité Político y a funcionarios de la pasada gestión que nos heredó el déficit actual?

¿Por qué el Estado Dominicano en más de 40 años no ha asumido políticas de preparación de nuestros jóvenes en la industria metalúrgica, para crear aunque sea el primer ferrocarril dominicano y ha dejado que las transnacionales se lleven nuestra riqueza mineral?

¿Por qué los partidos políticos dominicanos, desde nuestra fundación, no han sido capaces de crear un verdadero Estado Social de Derecho en el sistema capitalista y conservador? ¿Por qué en el país no se revisa el funcionamiento de los Gobiernos de la ciudad para el verdadero desarrollo local y territorial?

¿Por qué los dominicanos, cada cuatro años, tenemos que pagar los platos rotos con reforma fiscal y tributaria sin castigar a los malos administradores públicos que, enganchados a políticos, se han constituido en una élite económica de un poder depredador de las riquezas del pueblo trabajador?

Cada día tenemos que preguntarnos por qué estamos como estamos, por qué vamos de mal en peor. Si seguimos así, nuestro país seguirá siendo un paraíso para turistas extranjeros, pero un infierno para los nacionales. Es responsabilidad urgente de la ciudadanía exigir un Estado Social de Derecho y si no, abandonemos nuestros sueños de paz y prosperidad, que ¡este país ya tiene dueño!