Por: Yanio Concepción
El mes de diciembre nos llama a renovar la fe y la esperanza como familia y como país. Nos llama a todos a ver el porvenir en cada madre y padre que espera un hijo, que siente algo divino con la llegada del espíritu de la navidad. Este espíritu nos anima a un compromiso de amor por la familia y el país que, ante la exclusión social, teje esperanza a pesar de la ambición desbordada de los actores públicos que no logran concitar la esperanza y la fe de un mejor vivir.
En el país hay más de doce aspirantes a la presidencia de la República, sin pacto de nación, ni respiro ni pausa a la tranquilidad ciudadana. Estos doce aspirantes no poseen una carta de presentación confiable que llene de esperanza y fe en un mejor porvenir y prosperidad a los votantes. Ya empezaron a fastidiarnos en los medios, en las carreteras, con enormes vallas. En cada rincón del país empiezan las discusiones sobre personas que agotan los recursos y el tiempo públicos motivados por su afán de lucro y poder.
Entretener con la frase de “Feliz Navidad y Próspero Año Nuevo” y con funditas y cajitas navideñas a millones de necesitados solo sacia una esperanza pasajera de los pobres que esperan una mano amiga duradera que les garantice la paz y la prosperidad para toda la vida.
Los padres, como buenos guías, nos inyectan fe y confianza. El Estado es como un padre grande que siente y piensa por todos y como tal debería unirnos como buena familia cristiana, llena de valores, luz y prosperidad. Por el contrario, estamos bajo la paternidad de un Estado pequeño, lleno de deudas sociales y económicas.
Reflexionemos sobre la simbología del nacimiento del niño Jesús para celebrar el verdadero espíritu de la navidad que es de unión y paz. ¿En quién o quiénes pondremos la fe y la esperanza? La vida diaria está agobiada de incertidumbre. Estamos ante un pueblo pasivo, sin pensamiento crítico. Es tiempo de avanzar con fe y amor. Cincuenta años después del primer gobierno democrático dominicano persiste el analfabetismo, la corrupción, el tráfico de influencia y la pobreza.
No perder la fe y la esperanza, como buenos cristianos, nos compromete a ser hombres y mujeres de acción, combatiendo el miedo ante los malvados que usan todos los poderes para imponer la pobreza y la división en la familia.
Jesús y la navidad nos llama a la reflexión sobre el país de fe y esperanza que debe renacer en un prospero año nuevo, sin utopías. Es tiempo de prepararnos dignamente, con fe y amor, para la venida del Señor, asumiendo un pensamiento crítico sobre las acciones de quienes nos guían desde la administración pública, privada e instituciones de servicios.
Jesús es “el arbitro de las naciones y el juez de pueblos numerosos”. Es tiempo de que marchemos, de que caminemos hacia la luz del niño Jesús, con fe y esperanza. ¡Que no se pierda el amor, la fe y la esperanza como aclama nuestro obispo Antonio Camilo!