Por: Yanio Concepción
La República Dominicana tiene el gran reto identificar y definir una identidad económica en beneficio de los ciudadanos, que no esté centrada en el endeudamiento de la economía pública, ni tampoco tenga como soporte los banqueros y empresarios, vía el Banco Central y los organismos financieros internacionales, quienes trazan las políticas con simple indicadores, sin medir la felicidad de la gente.
Para definir una Identidad Económica ciudadana, veamos el ejemplo de integración que sufrió Europa. Primero su acuerdo de transitar por la “Comunidad del Carbón y del Acero”, que evolucionó hacia la “Comunidad Económica Europea”, y luego con los fundadores Robert Schman y Jean Monnet, quienes definieron la “Unión Europea”. Esto nos lleva a mucha reflexión sobre qué rumbo tendrá América Latina y el Caribe, y de manera especial República Dominicana, con la crisis de ingobernabilidad en el vecino país de Haití, con alto flujo de inmigrantes, y el poco interés de funcionarios en asumir el verdadero llamado de la Soberanía Nacional con una Constituyente.
Si vemos las buenas y malas intenciones de los presupuestos públicos con la celeridad que se aprueban, poca cosa se hace para preservar la sostenibilidad de los recursos naturales y conservar el ecosistema de convivencia de las especies. Más bien, es una repartición de los minerales que producen riqueza para las corporaciones de alimentos y agua controladas por las mismas organizaciones, dejando poco espacio para maniobrar al Gobierno para el bien común.
Para la próxima década del país que aspiramos, la identidad económica se impondrá a esos valores de convivencia, con una modernidad muy compleja de movilidad social empujada por la economía de gran escala. Es una obligación del Estado generar empleos decentes y salarios más justos que faciliten el desarrollo socioeconómico de la población, sin desvío de los recursos públicos a grupos, familias ni partidos. Este accionar debe responder a la esperanza de que las sociedades prosperen en base a la confianza de sus líderes, cuando trabajan para un capital social, mitigando las desigualdades económicas y fortaleciendo la seguridad social.
La identidad económica más que una ideología o accionar, entraña derechos básicos del ciudadano, que para comprenderla basta decir que la persona tenga acceso a: alimentación, educación, salud, vivienda, trabajo, ecología, seguridad física y ciudadana, entre otras. Es decir, esta identidad se trata de derechos que suponen necesidades básicas de las personas y las cuales están supuestas a ser atendidas por el gobierno.
El vivir aquí y ahora, nos lleva a múltiples identidades sin compromiso del bien común, por tanto la Identidad Económica no puede ser tratada como una mercancía en un mercado que se agota y se vuelve desechable, debe ser considerada como estrategia de organización para el país y sus ciudadanos.