Por: Yanio Concepcion
En la era de la información y el conocimiento, resulta desacertado asumir el costo de la ignorancia cuando se quiere cumplir con la productividad y transparencia en las empresas y el país.
Mientras más ignorante es un pueblo, más lento es su desarrollo. La ignorancia es la prisión del verdadero progreso de las sociedades, porque el desconocimiento de muchos, es el mejor negocio para los pocos que se encargan de explotar al principal activo de los pueblos “sus gentes”. Obviamente, a mayor índice de ignorancia más atrasos y corrupción tienen los países en el manejo de sus presupuestos públicos y de los gobiernos locales.
La Constitución en un país es la madre de las leyes y está para aplicarla a todos por igual, pero cuando reina el costo de la ignorancia, lo que se origina es la manipulación de la conciencia de quien no posee conocimiento ni domina la información.
Según refiere François de la Rochefoucauld (1613-1680), escritor, aristócrata y militar francés, hay tres clases de ignorancia: No saber lo que debiera saberse; saber mal lo que se sabe; y saber lo que no debiera saberse.
La percepción de la ignorancia se nota cuando se asume la corrupción en la antidemocracia como parte del status quos de la persona en la política, sociedad y la economía, porque solo reina el tráfico de influencia que lleva a tener los más altos índices de vicios en la sociedad.
Pagar el costo de la ignorancia es cargar con una pérdida acumulada de falta de derechos fundamentales en la sociedad, que mide el régimen de impuesto para el desarrollo humano, sin ni siquiera medir la felicidad de la gente.
El costo de la ignorancia tiene secuela en la familia y los niños que no sabe exigir derecho ni cumplir deberes para mejorar el caminar de la sociedad que aspiramos.
En un mundo interconectado ya no basta decir que los hacernos bien, se requiere producir bienestar común, donde las personas sean sujetas de su propio turismo y convivencia pacífica, para no pagar el precio de ignorancia.
El costo de la ignorancia tenemos que vencerlo con políticas de Estado y con una sociedad más consciente del propósito de vida de sus ciudadanos. Debemos enfrentar la sombra que implica el costo de la ignorancia, para vivir en la luz de una productividad constante y disfrutar de manera holística la vida y la naturaleza.