Por: Yanio Concepción
República Dominicana parece ser “el país de las maravillas”. Cargado de riqueza mineral y vegetal, sigue arropado por la pobreza y la delincuencia, mientras solo se habla de elecciones.
El Presidente, quien aún conserva la mayor popularidad de nuestra vida democrática, se prepara para ver los cambios en la próxima legislatura congrensual y municipal que deben rendir cuentas el 16 de agosto y general nuevo liderazgo en la comunidad. Enfrentar con firmeza y efectividad la pobreza y el desempleo y generar riqueza que suele terminar en manos de los poderosos ha sido el norte del Gobierno. Sin embargo, el Estado no parece darse cuenta de que hay más factores e indicadores macroeconómicos y que el desarrollo no solo se sostiene incrementando la deuda externa e interna con el consiguiente pago de altos intereses.
Quien realmente paga las cuentas del Estado es el pueblo. Es el simple trabajador quien, aun sin empleo, sin tierra, sin alimentos y sin agua, paga las deudas del Gobierno para cubrir los grandes sueldos de funcionarios, la corrupción y el despilfarro de energía. Quien paga las cuentas a los grandes empresarios para que disfruten de su riqueza es el ciudadano común. El Presidente, como pastor político, sabe muy bien quién paga las cuentas para el desarrollo real.
Lo que aspire el Presidente a controlar en el ambiente legislativo y municipal debe expresar lo que es cada día de su gestión, cada domingo de visita a los campos donde está la realidad más acuciante. Ahora, al Presidente le falta la agenda de los barrios marginados donde las drogas, la delincuencia, los embarazos de adolescentes, las necesidades básicas insatisfechas y los servicios públicos deficientes son el pan de cada día. Para incluir esta agenda hay que frenar a los empresarios perversos y a los políticos corruptos. Se requiere que el Presidente siga invirtiendo en la educación, promoviendo la tanda extendida para un futuro mejor.
La agenda del Presidente es producir empleo digno y de calidad porque él sabe quién paga las cuentas para cubrir préstamos, construcciones, educación, energía y exoneraciones. Tiene bien claro que es el pueblo quien paga la deuda externa. Sabe que ese pueblo trabajador y pagador lleva décadas esperando y reclamando su turno a la felicidad. ¿Será atendido algún día?