Por: Yanio Concepción

En el país y fuera de él, los líderes se diferencian por su visión y compromiso en favor de los más desvalidos.
Enfrentar la pobreza y la inequidad socioeconómica y ambiental requiere de hombres y mujeres de visión, comprometidos con un porvenir de prosperidad, para alcanzar  una mayor riqueza económica y natural, generar empleo y competir en mercados abiertos y competitivos.
El 5 de agosto de 2004 Estados Unidos firmó con República Dominicana y Centroamérica el Acuerdo de Libre Comercio de América-Estados Unidos (CAFTA-DR). Con él se proyectaba eliminar aranceles, abrir los mercados, reducir las barreras a los servicios y promover la  transparencia,  para beneficio del consumidor dominicano.
Sin embargo, una década después oímos a los sectores empresarial y político criollos decir que nos estamos preparando para competir con la entrada masiva de productos libres de aranceles en 2015. Empresarios y políticos han dejado esto al tiempo y ahora temen a una competitividad empresarial externa, capaz de romper el monopolio y oligopolio existentes en el país.
Afirmar que no tenemos un nivel de calificación para competir es una irresponsable evaluación ante las demandas del mercado. No contar con técnicos suficientes para trabajar en el campo ni para alimentar a más de 10 millones de habitantes, junto a la amenaza alimentaria de Haití y de turistas que nos visitan, es un gran desafío.     
En la agenda de desarrollo, los líderes políticos y empresariales deben abandonar sus ambiciones personales para hacer de las reformas económicas una necesidad nacional. De ellas habrá de salir una mayor distribución de la riqueza, una mejor calidad de vida para los que producen la abundancia y la posibilidad de poner al país en condiciones de competir con rostro humano.       

Líderes sin visión y compromiso social no aportan al desarrollo.